PAULA, LA GINECOLOGA

   Mi esposo me insistió en acudir a mi ginecologa por el dolor que presentaba en el bajo vientre, y pensaba que sería un dolor de ovarios, así que pedí la cita para el día siguiente. Al llegar me tuve que esperar una hora porque era la última paciente y la doctora llegó tarde ante un parto de última hora que se le presentó en su guardia en la clínica en que laboraba en las mañanas. Así que pase leyendo todas las revistas que tenía sobre la mesita y tomaba café que la secretaría me ofreció.

     Cuando me correspondió mi turno, simplemente le comenté sobre los sintomas de mi padecimiento y ella me ordenó desvestirme y ponerme una bata blanca que estaba detrás de la cortina de la camilla. Me quité el pantalón y mi interior, y me puse la vestimenta que me quedó muy corta Al recostarme sobre la camilla, ella comenzó a hacerme preguntas sobre mi vida sexual, y a cada una de ellas, le respondía en forma normal.  Mientras, ella introducía su dedo dentro de mi vagina, y no sé por qué, ni cómo, pero mi mente voló lejos de esa pequeña habitación.

    De pronto, me imaginé a mi doctora, inclinandose desde su silla hasta mi sexo, y tiernamente me acariciba, mientras mi cuerpo le respondía con fuertes agitaciones, y mi respiración se aceleraba. Su mano derecha se abría camino dentro de mi, mientras yo apretaba fuertemente mis labios y acariciaba mis senos debajo de mi blusa, lo que fue visto por ella y de un pronto a otro ella se desvistió quedando en un neglille negro, y la miré tan sexy que me senté a la orilla de la camilla, y le besé los pezones mientras ella se tocaba su cabello y cerraba los ojos.

    Besé cada centímetro de su cuerpo, desde arriba hacia abajo, y en susurro le dijé que era mi turno hacerle un examen ginecologico, así que la empuje hacia la camilla donde se recostó mientras utilicé un aparato puntiagudo para utilizarlo con ella, lo cual fue bienvenido, y en forma ritmica continuaba mientras ella gemía.  Realmente yo estaba muy caliente, y de pronto Paula, la ginecologa me despertó de mi trance, preguntandome que estaba ocurriendo que ya le había bañado su mano con mis jugos, y me incorporé muy avergonzada sin poder decirle nada, y la miré sonriendo mientras se alejaba a lavarse las manos.  

   Al final no recuerdo que fue lo que me dijó acerca de mi problema ginecologico pero si no podré olvidar el placentero momento que pasé en mi visa a la consulta femenina.

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