MALA CRIANZAS PERVERSAS

  Siempre mi madre me habló de la forma como las mujeres debíamos comportarnos dentro de un mundo creado exclusivamente para los hombres. De tal forma que debía mirarlos a ellos como seres superiores, dignos candidatos a ser canonizados como angeles celestiales, mientras nosotras simplemente debíamos sentirnos orgullosas de convivir junto a ellos.  Por ello, mi niñez se limitaba al juego con muñecas y ver a los niños jugar a los soldados o al fútbol en el patio de la escuela. Eso realmente era simplemente inaceptable para mi.

   Fue con la llegada de la secundaria, que mi venganza por fin llego.  Ya no era una niña fea ni delgada, sino una princesa de cuentos de hadas, la capitana de las porristas y el sueño de todo hombre.  Desde que fui tomando conciencia de mi espacio y la atracción que mi figura ocasionaba en los amos y señores del mundo, mis ojos se abrieron a un infinito número de posibilidades para redimir a todas las mujeres de la historia que habían sido avasalladas por este mundo de tesosteronas.  No utilizaba mucho maquillaje, porque mi rostro rosado, con pecas en la nariz, ojos azules y cabello rubio lacio que colgaba hasta mi cintura, eran los ingredientes suficientes para que las miradas de grandes y pubertos se posaran sobre mi cuerpo.


     No por algo intencionalmente, realizaba mis rutinas con mis compañeras, con una danza diferente a las prácticas.  Me depilaba la línea del tallador, pero no así de los contornos de la V.  Cada vez que saltaba y hacía piruetas, mi pantalón deportivo corto, robaba el aliento de más de un secreto admirador.  Los profesores me llamaban con disminutivos que no soportaba, pero que conforme a mi plan, sonreía con total hipocresía.   Era increible la cantidad de atenciones que un par de duros senos, logran a medida que deseas alcanzar algo. 

      Mis demás compañeras, sonreían y algunas se ruborizaban al observar impavidas, lo que mis acciones provocaban en el sector masculino.  La tentación fue mi arma secreta sin llegar a más.  Así llegué a graduarme de secundaria, con muchas atenciones y regalos a más no poder.  No faltaron los enamorados que suspiraban por mi.  Año trás año, llovían a mi casa, tarjetas de amor, ositos de peluche, rosas y un sin numero de cajas de chocolates.  Mi madre estaba sorprendida y mi indeferencia era evidente.  No creía en el amor ni menos en el por qué devolver las atenciones con más que una sonrisa. Eso más que suficiente para todos los que decían ser los amos y señores del mundo.
        En la universidad, mis maestros tartamudeaban al pasar cerca de mi, mientras me acomodaba mi sosten, o me agachaba a recoger algo, dejando que mi esplendindo escote, exhibiera las pecas de mi pecho.  Las notas de mis investigaciones eran excelentes, porque estudiaba a conciencia, a pesar que consideraba que alcanzaría una nota promedio, siempre me coronaban con mejores calificaciones sin solicitarlas.  Así fue un día con el profesor de filosofía, quien rosó mi pierna izquierda, y me sonrió.  Le devolví la sonrisa y lo miré directamente a los ojos, y como era de esperarse él los aparto.   Luego solicitó mi presencia en su oficina, y ahí él se sentó al lado mío para hablarme de lo buena alumna que era.

         Yo sabía cual era su juego, pero deseaba enseñarle cual era el mío.  Era un hombre casado y con tres hijos, y aún así estaba seduciendo a una estudiante. Lo confronté inmediatamente diciendole que si quería sexo me lo dijerá sin mayor rodeo. Y el hombre tragó saliva y mirandome con nerviosismo, me dijo que era lo que había deseado desde que me miró en el aula.  Sin mayor preambulo, le dije que era virgen, y que si lo deseaba, podíamos hacerlo ahí mismo.  El hombre, parecía una gelatina de la emoción, enllavo la puerta, y comenzó a querer besarme.  Lo detuve y le pedí que se desvistiera primero y me dejara hacerlo a mi.  Con una sonrisa de burla, miré como aquel patetico hombresito hacía lo que le pedía, como cual esclavo de una Cleopatra.
          Yo, definitivamente, me desabotonaba mi blusa, despacio mientras vi que el miembro viril del profesor, se alzaba como bandera conquistadora de tierra virgen. Y cuando al fin él estaba con el traje de Adán, me encaminé a la puerta, y sin decir nada, la abrí, llamando a la secretaria del profesor, quien aterrorizado corrió a esconderse detrás del sillón.  La secretaria, ingresó y lo miró desnudo y la ropa extendida por la alfrombra.  Lo señalé y le dije a aquella mujer, con la boca abierta, que ahí estaba un especimen de los amos y señores del mundo, derrotado por una joven mujer, y acto seguido tomé su ropa y salí del lugar.

           Como sabrán, dicho sujeto fue expulsado del campus universitario, y los directivos me rogaron que no hiciera ningún escandalo.  Mi familia no se enteró de nada, y acepté un acuerdo fuera de corte, para el agrado de los funcionarios universitarios. Así llegué a coronar mi carrera de administración de negocios.  Pero, realmente me sentía que aún quedaba algo por hacer. Ah, si, claro...ser esposa y profesional. ¡Qué asco!   Convertirme en una victima más del machismo absurdo. 
            Mi primera visita a la gran ciudad, me permitió alquilar un apartamento junto con otra chica joven, morena, de cabello negro, con quien al poco tiempo, me enteré era lesbiana.  Creanme, el amor entre mujeres es precioso y tierno.  Me encantó iniciarme a las caricias y a los besos, con mi compañera. Frotarnos pierna a pierna, y con nuestros miembros hasta llegar al extasis, fue más que una experiencia religiosa, fue subliminal.  Sin embargo, mi idea de colocar de tú a tú, a hombres y mujeres, era parte de mi estrategia que aún no iba a renunciar.  Así que con mi primer trabajo, seguiría adelante con mi plan.

            Me contrataron como asistente de gerencia en una importante empresa, mi belleza exterior no tuvo rivalidad con las demás candidatas.  Desde el primer día deje bien en claro quien mandaba en el lugar, pues a diferencia de los requisitos de vestimentas como pinguino, me diferencie por llevar blusa escotada y falda corta. Muchas compañeras de trabajo, me felicitaban y alguna que otra, me envidiaba. Pero el Jefe, el señor Gerente, estaba feliz que una joven de tan solo 21 años de edad, defendiera su personalidad con tanta seguridad, que pronto en menos de seis meses, ya estaba propuesta para el cargo de vice gerente, sin tanta experiencia más que mover los pechos y las torneadas piernas que la naturaleza me doto.
             El gerente, divorciado y con dos hijos de mi edad, me invitó varias veces a cenar y a salir con él, claro, para ir a la cama, pero no era mi tipo, y no deseaba conseguir nada a traves de las sábanas.  Sin embargo, el hijo mayor de él, prominente abogado estaba bien dotado en su cuerpo. Era un adonis.  Pero, no podía dejarme vencer por su físico o intelecto, no debía olvidar que era parte del grupo de opresores de las mujeres por más lindo y espectacular que fuera.  Así, que lo engatuce, lo dominé y lo hice que comiera de mis manos, luego de dos salidas, y varios regalos que me hizo.

            La noche fue placentera, y le hizo sexo oral, que lo llevo hasta el cielo, pero en mis adentros no había mayor felicidad que verlo retorcerse de excitación, y sabía que ese pobre muchacho era mío.  Cuando pretendió que era momento de tener sexo, lo deje que ambos desnudos, intentara hacerme sexo oral y luego una masturbación previa, como era de imaginarse, se vino antes que yo, y me hice la molesta y me retiré y no le volvi a hablar.  Su honra y hombría quedaba entre dicho, y al contarle a mis compañeras, lo inoperante del gran "macho", él no regresó a la empresa, por las burlas de todas ellas, cuando llegó en una ocasión.
             No pretendo quedarme sola, pero no tengo prisa en buscar un macho. Llegado el momento, será uno a mi medida, tal y como lo hacen los hombres, pero con mayor dulzura al estilo de las mujeres ¿No lo creen?

Continuara...

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